Psalms 29

Acción de gracias después de una enfermedad grave

1
1. Él sentido del “epígrafe”, confirmado por el de la Vulgata, alude a la inauguración del palacio real que David levantó en el monte Sión (II Reyes 5, 11), quizá después de convalecer de una enfermedad. En tiempo de los Macabeos, o quizá de Esdras y Nehemías, este Salmo sirvió para solemnizar la fiesta de la Purificación del Templo y del culto. De ahí que algunos interpretan así el epígrafe: “Salmo (Cantico para la dedicación del Templo) de David”.
Salmo-cántico para la dedicación de la casa de David.
2Yo te alabo, Yahvé, porque me libraste
y no dejaste que a costa mía
se alegraran mis enemigos.
3Yahvé, Dios mío,
clamé a Ti, y me sanaste.
4
4. Del sepulcro: La enfermedad ha sido, pues, muy grave. Nótese también el sentido típico: la referencia a Cristo que resucitó del sepulcro (en hebreo “scheol”, lugar de los muertos).
Tú, Yahvé, sacaste mi vida del sepulcro;
me sacaste de entre los que descienden a la fosa.
5
5. Gracias al Nombre de Su santidad: En la Biblia el nombre es como la persona misma, su esencia. Por eso el nombre define lo que es su portador. Jesús nos descubre que en Dios ese nombre es “Padre” , y lo llama “Padre Santo” (Juan 17, 25), destacando su infinita perfección (cf. Romanos 16, 27 y nota). De ahí que nos enseñe en el Padrenuestro a “santificar su Nombre”, es decir, a llamarlo Santo, como en Israel, y tenerlo por tal. Es lo que hace la Virgen María en el Magníficat cuando exclama hablando del Padre: “¡Santo es su Nombre!” La Iglesia extiende la alabanza al divino Hijo, consubstancial al Padre, diciéndole: “Tú solo eres Santo” (Gloria de la Misa).
Cantad himnos a Yahvé
vosotros sus santos,
dad gracias al Nombre de Su santidad.
6
6. ¿Quién no ha experimentado esto hallándose enfermo? Cf. Salmo 129, 6 y II Pedro 1, 19, donde esa aurora será la de la venida de Cristo, que ahora esperamos alumbrándonos con las profecías “como antorchas que lucen en lugar oscuro”. Este Salmo debiera estar escrito, para consuelo, en las salas de todos los hospitales. San Atanasio y San Gregorio aplican también este hemistiquio al pecador arrepentido: “Por ingente que sea el número de los pecados, la contrición los convierte de repente en alegría” (San Atanasio). Acerca de ese punto véase Salmo 50 y notas.
Porque su enojo dura un instante,
mas su benevolencia es por toda la vida,
como el llanto viene al anochecer
y con la aurora vuelve la alegría.
7
7. Como solemos hacer todos, se había sentido inconmovible en su buena salud y Dios le mostró con la enfermedad cuan frágiles somos. Vemos una vez más cómo no hay circunstancia de la vida que no esté reflejada en este océano de sabiduría que es la Sagrada Escritura, y cómo, si Dios nos manda pruebas, es porque son indispensables para abrir nuestros ojos carnales, cegados por “la fascinación de la bagatela” (Sabiduría 4, 12). Puede verse a este respecto nuestro libro sobre “Job y el problema del mal, del dolor y de la muerte”.
Me decía yo en mi presunción:
“Nunca me pasará nada”;
8pues Tú, oh Yahvé, en tu benevolencia,
me habías prestado honor y poderío;
mas apenas escondiste tu rostro,
quedé conturbado.
9Clamé a Ti, oh Yahvé,
e imploré la misericordia de mi Dios:
10
10. Motivo muy frecuente en las plegarias de los hombres piadosos del Antiguo Testamento. Dios nada ganaría con la muerte de un hombre; al contrario, perdería un adorador (Salmo 6, 6; Isaías 38, 18 ss.). Véase especialmente el Salmo 115, 6 y nota y las admirables lecciones del Oficio de Difuntos (tomadas todas del Libro de Job). Te alabará el polvo o proclamará tu felicidad: Son las dos formas de honrar a Dios: la oración y la predicación o apostolado.
“¿Qué beneficio se obtendrá con mi sangre,
cuando yo descienda a la fosa?
¿Acaso te alabará el polvo,
o proclamará tu fidelidad?”
11
11 ss. Nada más edificante que esta contagiosa alegría de la gratitud. Desataste mi cilicio (versículo 12): A veces se han aplicado estas palabras a la Resurrección del Señor, pero hemos de ser muy cautos en esas acomodaciones, pues vemos que el versículo 10 podría aplicarse a todos menos al Redentor divino, cuya Sangre, lejos de ser inútil como la nuestra, fue al contrario el precio, infinitamente valioso, de nuestra salvación. Monseñor Saudreau trae a ese respecto una bella palabra de San Ignacio de Loyola que, señalando a San Francisco de Borja la necesidad de reprimir la tendencia inmoderada a las maceraciones corporales, le hacía notar que de estas solo quedan unas cuantas gotas de sangre nuestra, que poco valen, en tanto que tenemos a disposición toda la Sangre preciosísima de Cristo cuyo mérito es infinito. La traducción del versículo 11 es según los Setenta y la Vulgata.
Me oyó Yahvé y tuvo compasión de mí;
Yahvé vino en mi socorro.
12Convertiste en danza mi llanto
desataste mi cilicio
y me ceñiste de alegría,
13para que mi alma
te cante himnos sin cesar.
¡Oh Yahvé, Dios mío,
te alabaré eternamente!
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